lunes, 24 de agosto de 2009

Our time


Cuando entré en la habitación, divertida y sonriente y allí seguía él, en su mecedora, dormitante, con los pies junto a la estufa y los años pesándole en los huesos.

Abrió los ojos y al verme sonrió.

Me acerqué y él, tranquilo, me señaló el reloj.

-¿Ves lo lentas que avanzan las manecillas?- dijo

Lo miré y asentí sin entender lo que quería decirme

-Pero nunca se detienen.