Llevaba un abrigo, morado, de un morado casi tan frío como el que hacia en aquella solitaria parada y mecía los pies al ritmo de una canción que provenía de sus auriculares.
Y es que ¿Qué sería de ella sin música? Eran inseparables. Su compañera en melancolías e ilusiones, en tristezas y alegrías. Le llegaba al alma como nadie había sabido hacerlo y la purificaba, provocaba en ella los sentimientos más sinceros, ilusión, tristeza, pasión.
Le encantaba darle a la vida su propia banda sonora. Observar a la gente del tren mientras se dejaba llevar por algún violín, y buscar tras aquellas caras de monotonía y cansancio una historia.
No he conocido muchas personas como ella, que pusieran tanta atención y dedicación a los detalles, y me encanta escuchar como me habla de aquellos hombres que parecen filósofos sacados de una vieja enciclopedia de mirada tan profunda como la voz de un cello , o de esa chica de sonrisa tierna que le produce mariposas en el estómago como el tímido canto de una flauta travesera.
Siempre ella y la música, siempre.
Creeme,la comparte :)
ResponderEliminarMe gusta este texto señorita Alba. Que haría yo sin la música....
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